jueves, 7 de junio de 2012

"Anita se pierde, Alejandra no"
Mi crónica instantánea en un viaje de película


Hace ya dos años tuve el privilegio de vivir una experiencia irrepetible. Acompañé a la actriz con síndrome de Down, Alejandra Manzo, y a la emprendedora social Vicky Shocrón, al Festival de Cine Independiente Judío en San Francisco, Estados Unidos.
"Anita" protagonizada por Alejandra y con el acompañamiento total de Vicky, fue aclamada como la película más votada por el público judío de todo el mundo. La crónica que están a punto de leer, refleja el momento más emocionante.... un momento que, todavía hoy me parece mi sueño de película. Esta es la crónica que estalló de mi corazón y que, mágicamente como es el cine, se derramó, generosamente traducida, en los círculos cinéfilos de colectividad judía
Enormemente agradecida!
Carolina Tocalli - junio 2012

 
Son 1.200 las butacas del Castro Theatre de San Francisco, todos sus ocupantes amantes del cine, la gran mayoría judíos.
La ansiedad se siente, la expectativa se agiganta.
Vicky, Ale y yo nos acomodamos en nuestros asientos reservados con una cobertura amarilla que reza “reserved”.
Puedo sentir las miradas y cuchicheos de los espectadores, es que estamos acompañando a "Anita" que en minutos más va a inundar la pantalla de este emblemático cine del barrio gay más famoso del mundo.

Desde el escenario el organista arroja los acordes finales de "no llores por mi Argentina" mientras nos ubicamos en las butacas asignadas. Las miradas sonríen sus guiños cómplices - Don't cry for me Argentina, just for you ladies.
Just for us, like everything around us.... todo gira alrededor de estas tres mujeres que la vida, al voleo, puso durante tres intensísimos días en la desenfadada San Francisco.


El director del Festival del Cine Judío nos da la bienvenida a la función de la película central, las más votada por el público: “Anita”. Su voz denota orgullo y admiración cuando lee las palabras de Marcos Carnevale, director y escritor que esta anoche no pudo estar con nosotros - los invito a mirar los ojos de Anita y a sentir el mundo a través de ella.

Las luces acatan la orden de Marcos, la música de Lito Vitale nos va sumergiendo en esta historia de ficción que bien podría haber sucedido: una joven con síndrome de Down que tras el atentado de la AMIA en 1994 se pierde en Buenos Aires y vive las diferentes bombas que estallan en la vida diaria de las personas.
Durante los próximos 120 minutos, Anita experimentará la soledad,  el fracaso,  la discriminación que viven los otros en la ciudad.
Anita simplemente vivirá. Ella no juzgará, no discriminará, ni siquiera buscará.

Estoy íntegramente metida en la pantalla. Se aproxima el estallido de la bomba. Alejandra se anticipa y me toma la mano. Ella sabe lo que Anita va a sufrir. Tanto que cuando llega la explosión y todo el cine se sobresalta, Alejandra aprieta con fuerza mi mano y se pone a llorar.

¿Esto está sucediendo en la realidad?
¿Yo, Carolina Tocalli estoy en San Francisco rodeada de judíos conmovidos por el recuerdo de otro atentado no esclarecido a su colectividad y estoy tomada de la mano regordeta de la actriz principal que llora sin consuelo?
Todo esto es muy intenso, buceo palabras para compartirlo pero no las encuentro. Están atrapadas en mi corazón y por ahora, quieren quedarse allí. Se están cocinando a fuego lento. Se ve que aún no estoy preparada para escribirlas. Llegarán. O seguirán ocultas como un tesoro profundo.
En las profundidades se crece. Estoy creciendo.

La película sigue, los espectadores estamos perdidos con Anita. Nos reímos, sentimos frío, queremos bailar, queremos correr, nos mojamos, tenemos sueño y parece que hasta roncamos con Anita. Alejandra ya no llora, está iluminada.
¿Qué sentirá al verse tan grande? Se sabrá proyectada en la mente de estas 1.200 personas?

La alegría de un día de sol en el zoológico y Anita saludando a los elefantes nos devuelve con esperanza al presente. La vida sigue y depende de cada uno como la vivimos.
La vida en el Castro Theatre sigue con una sala que aplaude de pie. Alejandra y Vicky suben al escenario para compartir la experiencia de la filmación. Y yo tengo el privilegio de filmar esta escena final, 24 minutos de la vida de una mujer con síndrome de Down, que a sus 37 años abrazó la oportunidad de su vida. Y la honró con creces.

A la pregunta final del entrevistador sobre las similitudes del personaje y la actriz, esta mujer que conocí ayer nomás responde segura “Anita se pierde, Alejandra no”.
Apago la filmadora pensando en no perderme la vida ni perderme en la vida.

Carolina Tocalli

San Francisco, 27 de Julio de 2010

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