domingo, 29 de diciembre de 2013

TALLANDO la VIDA 

Necesidad visceral.  Martillo y gubia en mano, y un quebracho como única opción para tallar. Es lo que hay, es la madera que toca y “al mazo no nos vamos”. Así empecé.

Dieciocho meses tallando algo sin forma y sin entender en que se convertiría. Expectativa cero, tristeza infinita. Martillo, gubia, lija y el silencio como única compañía que aceptaba mi dolor.

-           ¿Qué estás tallando?
-     La vida estoy tallando, mi vida estoy tallando -  respondía una y otra vez, mientras mi madera lloraba virutas de bronca e impotencia.

¿Por qué la enfermedad? ¿Por qué la muerte? 
Porque hay Vida, porque hay Esperanza, porque hay Amor, respondía el quebracho mientras encontraba su sentido a veces  y al rato era puro aserrín.

Este diciembre 2013 quiero despedir al tiempo más duro de mi vida, meses que me dejaron “sin hacer pie” en tantos momentos y me llevaron a profundidades que desconocía. Tiempo de ponerle el cuerpo a las balas, de salirle al toro en miles de plazas llenas y también vacías. Tiempo de bucearme hasta encontrarme en una mujer más madura, una madre más serena y una hija sin madre.

Tristezas profundas que tallan aprendizajes para atesorar y contemporizar, llevando sus valores a  la vida de todos los días. Porque es tiempo de seguir y seguir siendo aún más feliz.

A fin de febrero decidí que ese quebracho imposible que me había tocado en
suerte debía quedar así de tallado. 
Sobre nuestra mesa roja y energía, como testigo y como memoria. Una obra de arte, una obra de vida. Ni la primera ni la última que me tocará tallar. 

¡Qué Dios me dé buenos martillos, gubias y mucho amor para compartir y aprender de las talladas por venir!

Con gratitud, esperanza y amor en el tallado del 2014

Carolina

29 Diciembre 2013

martes, 26 de noviembre de 2013




MITO Y RAZÓN 
Conductores vitales en la historia del hombre


Por qué  

Desde chica me interesan los griegos y su construcción mitológica a partir de una particular cosmovisión de dioses. 
En 2013 estuve reflexionando sobre el mito como conductor vital.


Cómo 
Tomando el mito como fuerza que se introduce en la historia del hombre, elegí cuatro momentos en la evolución del pensamiento humano. 

Partiendo del  hombre griego en una línea temporal a su izquierda ubiqué al hombre antiguo, a su derecha inmediata el hombre ilustrado y siguiendo el hombre actual. 

Pensé y articulé a  cada sujeto en función de su propia reflexión y vivencias en relación a la naturaleza: temor, sumisión, respeto, comprensión, dominación, cooperación… situaciones a las que el hombre debía adaptar su conducta, sus creencias y acciones.



La mitología griega siempre me interesó, y mi formación en arte este año me ha motivado a crear en torno al mito. 

El mito como relato que proviene del fondo de los tiempos, que existía antes de que hubiera un narrador y que existirá por siempre, mientras haya quien lo transmita.



El cable y su recorrido ilustran el relato mitológico en relación a la evolución del hombre. Las fuerzas de la naturaleza (verde) llegan al hombre antiguo que no las comprende y teme tanto como necesita (negro). 

El hombre griego encuentra una solución racional para aplacar el temor y crea una cosmovisión donde los dioses son responsables de lo que acontece en el orden natural y las conductas humanas. 

Este hombre está inmerso y destinado según lo que los mitos relatan (dorado).
El s XVII pone a la razón al frente de todo pensamiento humano (plateado).


El hombre piensa y luego existe. Ilustrado y autosuficiente, no hay lugar para el mito, apenas algún aporte pasional de los románticos (rojo). El hombre domina y somete los recursos naturales. Es la modernidad que progresa gracias al hombre exclusivamente.

¿Resultado? Naturaleza explotada y desgastada, capitalismo despiadado, individualismo voraz.

El hombre vuelve a pivotear entre pensamiento racional y mitológico, se reabre al mito, a lo sagrado. El hombre actual que se entiende como parte de un plan divino, donde su razón (plateado) su alma (dorado) y pasión (rojo) lo hacen uno y co creador con sus pares y la naturaleza (verde).

El mito solo vive si se lo relata de generación en generación en la vida cotidiana. Memoria, transmisión oral y tradición son las condiciones de supervivencia del mito. 


Con “Mito y Razón” quisiera brindar mi aporte a movilizar la inquietud y curiosidad alrededor del pensamiento mitológico de las culturas fundantes de nuestra cultura. 
Dejarnos salpicar por los rayos dorados de los mitos, que nuestra razón descanse de su querer comprender todo; porque en esta vida, somos finitos y no todo se llega a entender. 

Permitirnos estar y descansar en los que los mitos tienen para contarnos y desde allí relacionarnos, con mayor balance, con la naturaleza y con los otros. 

Un pensamiento racional con vestigios de mitología, romanticismo y gratitud por la naturaleza, con y para los demás hombres y mujeres, actuales y venideros.

Carolina Tocalli
noviembre 2013


Mito y Razón - 2013 - madera, metal y acrílico

miércoles, 14 de agosto de 2013

Sorpresa, Esperanza, Alegría 
SEA



Conservar la Esperanza
Dejarse sorprender por Dios 
Vivir en la Alegría

Tres Líneas de Vida 
Papa Francisco – JMJ Río 2013 -






Blanco nada y todo. Invitación pura.



Amarillo tímido arrima
Punto desparramado, trazo certero y curvo.
Espiral de vueltas sin vuelta atrás.
Transita y crece. Reflexiona, se brinda.
¿Y después?







Otro color. Otra oportunidad.
Turquesa enérgico cargado y brioso.
Andar certero en ascenso. Reflexiona, se resignifica.
¿Y después?





Colores, oportunidades.
Rojo amor vivo latiendo radical.
Pasión abrazando a Amarillo
Inocentes y anaranjados descansan
sobre la eterna bondad del verde
que abre las rosas de las fantasías
y agiganta silencios azules. 




Violeta y fucsia paradigmas de modernidad.
Negro y dorado, sombra y luz,
son una misma verdad.
La vida que pasa sólo una sola vez.
La vida que se repite una y otra vez.







Carolina Tocalli
15 de agosto de 2013

Felices 2 años  Amarillo y después

Total Gratitud



martes, 9 de julio de 2013

Tránsito


¿Cuándo vas a volver a escribir? es el interrogante cariñoso y entusiasta que recibí durante los últimos meses.

¿Mi respuesta? 
Pronto muy pronto. Pero es mentira.
Lo cierto es que nunca dejé de escribir, ni dejaré de hacerlo. Desde que recuerdo escribir me sostiene y me contiene. Es mi piel.

¿Cuándo vas a volver a compartir? 
Me animo entonces, en secreto, a reformular la pregunta; y hacerme cargo del boomerang.

Hace tiempo que estoy auto refugiada, entre paréntesis, donde la creación transcurre en la reflexión y búsqueda privada,  en silencio y en tristeza.

Durante este tránsito, las letras siguieron siendo letras y también se hicieron plásticas.

Amarillo y después se animó al desconocido después. Y es desde allí me lanza a crear con palabras y pinceles, con poesía y con tallados, con cuentos y con murales.  El después es ilimitadamente esperanzador.

Las palabras se van convirtiendo en obras de arte y las obras de arte son palabras. Es un devenir constante, tan ascendente como profundo.

Que los años no vienen solos, es una gran verdad. Entre las riquezas que me van trayendo reconozco el respeto por los procesos. Honro y disfruto cada proceder por sobre su producto terminado, y eso aplaca mi ansiedad y me ayuda a vivir más pausada. Empresa nada sencilla en mí.

Reencuentro y descubro almas maravillosas, con quienes pensar y compartir algo más que la diaria material. Almas artistas tan raras y tan comunes como la mía, que se animan a más sin siquiera saber de que se trata ese más.
Vamos viendo, vamos creando.
Vamos compartiendo impresiones y sentimientos, confiados en que el proceso creativo nos eleva, nos hace mejores personas, conectadas con nosotros y con el otro.

Hace tiempo una de esas almas sensible me describió como “bohemia con orden”. Me reconozco porque me mueven el entusiasmo y los proyectos, la metodología me da marco y la organización me permite avanzar.


Mi abuelo Juan Carlos encendió en mí la curiosidad y la pasión por el conocimiento. Eternamente agradecida a sus juegos creativos, a las manos en la masa, a los experimentos caseros, a su ejemplo de lectura compulsiva, a los colores y al globo terráqueo en medio de la mesa del comedor.
Bagaje familiar riquísimo que me pone en movimiento siempre. El desafío ahora es lanzarme a crear, sin más. Y en eso andamos.

Transito la primera mitad de mis 40 descubriendo que mi mirada se afila con los colores, las formas y las palabras.

Busco inclinarme frente a cada obra con intención narrativa y escribir con intención plástica.

La vida en familia me nutre y los viajes estallan mi espíritu.

Hay un par de ojos celeste paz que me acariciaron durante 43 años y  hoy me amparan desde el cielo de mi corazón. Me guían e intento dejarme guiar. Hay veces que su parpadear es demasiado largo y silencioso y desespero. Pero al rato esa mirada vuelve a abrazarme con más calor. ¿Vuelve? No, siempre está. Es eterna. Tengo que confiar en esa certeza de su santidad
¿Y si el proceso creativo es uno de los puentes que me acercan a la santidad?

Mi valija está siempre lista para viajar. Por el mundo y por mi mundo donde no hacen falta dinero ni visas, basta con mi propio permiso. Siempre con lápiz y papel y la tecnología que tanto admiro. Y desde hace un tiempo, me acompaña mi cuaderno de tapas multicolor con sus hojas gruesas y sin renglones. Bitácora de artista

¿Cuándo vas a volver a compartir? es entonces la cuestión. Pronto, muy pronto y esta vez no miento.

martes, 5 de febrero de 2013


Siempre en mi corazón y 
en las estrellas también
Tacita de plata,
orejitas de pétalo de rosas.

-       Esa falda la compramos juntas en el Palermo con nombre moderno…..el Palermo Soho. Desde la cama de la habitación 414 del monstruoso, literal y figurativamente Hospital Naval, mi abuela me recordó aquella compra que hicimos juntas 4 primaveras atrás.

Adorada Abi, que desde siempre me corregiste el pollera por falda.
Pollera es donde se guardan los pollos.
Y yo con mi obstinación adolescente primero, y luego mi sensatez adulta, te discutía que, en castellano la lengua que nos rige a los argentinos, está bien dicho pollera.

Falda, pollera, pollera falda. Esta vez a los pies de tu cama, elegí no corregirte, solo te sonreí. Estabas tan chiquita, pura carita, pelo blanco, piel y huesos, linda siempre, elegante hasta el final. Solo cinco días para el hasta luego indefinido que nos separa ahora.

Negra y verde, algún brillo perdido por allá, un arabesco retorcido por acá. Original falda-pollera que ayer en tu entierro llevé puesta pensando en vos, pensando en mí. Para celebrar tanta vida juntas.

¿Quien tiene abuela a los 40 años? ¿Quien ha llegado a salir de compras por el Palermo moderno, a tomar el té en los majestuosos hoteles de la Avenida Alvear, a buscar a los bisnietos, mis propios hijos, a la salida del colegio?
Yo, agraciada yo. Que de corazón quisiera que muchos tuvieran este privilegio celestial.
Abuela hasta la mitad de la vida. Parece ciencia ficción, pero fue mi realidad, mi maravillosa realidad.

A ver a ver, date una vueltita, que lindo eso que tenés puesto, queridita.

Desde que recuerdo, me hiciste desfilar frente a vos cada vez que nos encontrábamos.
Frente a tu sonrisa orgullosa, yo giraba sin parar, un trompo de 5 años al que había que detener a cuatro manos para lograr definir el dobladillo de esos vestidos tipo chemisse que nos cosías a Agustina y a mí, a tus princesitas.
Princesas que rápidamente se convertían en Zorro, porque los vestidos venían envueltos en capas azabache con zetas gigantes y bravuconas. Y así salían disparadas a la terraza, esos dos angelitos rosa devenidos a Zorros temerarios.

Porque esa era tu esencia rosanegra, Abi, esa dama tan exquisita como niña aventurera. Alquimia perfecta de Grace Kelly y James Bond.

Se me mezclan tus recuerdos en la estancia de tu abuela con las compras de elegantísimos abrigos ingleses en la exclusiva Gath y Chavez.
Mi cuento preferido es aquel en el que, en secreto te levantabas de la siesta y ensillabas el caballo de tu hermano, que desconociendo su monta ligera, te hizo correr el Pellegrini por los campos vecinos.

O aquel otro, el de tu corte de pelo, cuando te decidiste por un peinado a lo garcon, a contrapelo con el dictado de la moda del momento, y pagaste a tres o cuarto peluquerías para obtenerlo. De este cuento siempre me fascinó su remate: llegar a tu casa y que tu papá francés te reciba con un satisfecho “Tres jolie parisienne”.

Siempre me hiciste sentir parte de la realeza, y aunque en la rebelión de mis quince enfrentaba tu “frivolidad” más tarde entendí que tenías razón, que yo era una verdadera princesa en tu corazón. Siempre la más linda, la más inteligente, la mejor vestida. Cuestión de abuelaje nomás.

Ahora, con algunos años más y una pizca de serenidad por ello,  le pido a Dios, y a vos Abi, que me bendigan a mí también con nietos a quienes alabar y llenar de mimos. Y si se puede bisnietos también! …..Mmmmm me parece que me engolosiné.

Frivolidad. Durante mucho tiempo juzgué a  personas que se detenían demasiado en la moda y en el diseño como superficiales, banales, demasiado terrenales, de vuelo bajo. Mezquina mi actitud.

Hoy, y de a poco, creo y quiero mirar diferente. 
Una estética pensada en lo personal y en los lugares donde uno transcurre, es el camino para adentrarnos y encontrarnos cada uno. Nos conocemos, nos definimos, nos conectamos con nosotros mismos. 
Es el bienestar personal, con los demás y con el mundo. Nuestro petite aporte creativo en la insuperable Creación.

¡Abi, cuántas charlas de gran calado y recuerdos intensos se nos dispararon desde un simple par de zapatos!

La noche anterior de cada día en que estuviste internada, yo separaba la ropa con la que te iría a visitar al día siguiente. 
Asi, en una semana desfilaron, y hasta bailotearon a los pies de tu cama Lee, el ya icónico enterito de jean, la falda-pollera que compramos juntas, las botas cortitas, modernosas  no sé si me gustan tanto pero te quedan bien, queridita;  y esa camisa de rayas multicolor que siempre te hizo sonreír.

Lo que ya no me decías estos días era tu clásico A ver a ver, date una vueltita, que lindo eso que tenés puesto, queridita.  Pero me lo decían tus ojos y los tantos años que me mimaste con ese tu Abracadabra de todas nuestras conversaciones. Charlas de vuelo altísimo, intensas. Tan altas que siguen calando profundo.

Admirar la estética de la cotidianeidad en el vestir, en el hablar, en los modales, en los hogares. 
La delicadeza  de la persona de bien. 
Disfrutar de la belleza diaria es el camino para gozar de la Belleza cósmica

Que linda es la ciudad donde vivimos, mirá esos árboles de otoño y la gente tan elegante,  comentaba mi abuela increíblemente borgeana.

Como cuando disfrutamos caminar por Buenos Aires cantando desprejuiciadas El día que me quieras, la rosa que engalana….te acordás, Abi? Sí, por Guido y Junín, plena Recoleta, tomadas del brazo.

Cuántas veces nos vestimos de fiesta con nuestros mejores colores y recorrimos juntas tu querida Avenida Santa Fé.

Cuántos tostados compartimos en sus bares, o confiterías como a vos te gustaba llamarlos, y yo divertida imaginaba esos espacios repletos de confites coloridos.

Y cuando Palermo se internacionalizó aggiornando su nombre,  comentamos sus vidrieras, soñando que viajábamos por remotas ciudades.

Y a tu adorado Teatro Colón, nunca le escatimaste alabanzas. Alabanzas que eran delicadas introducciones para revivir tus memorias de infancia, cuando te escondías entre bambalinas y conversabas con la aristocracia artística de la época, herencia de tu papá parisino hasta el caracú.

¿Te definí como exquisita dama mezcla de niña aventurera? Me faltó detallar que esa niña era una niña scout, siempre lista, dispuesta para todo y para todos.

Estuviste en todos, todos, sí todos mis actos escolares, puntualísima para tener la mejor ubicación, tu manos incansables me aplaudieron siempre.

Celebraste todos, todos, sí todos los acontecimientos de mi primera mitad de la vida. Mi nacimiento, ese relato tuyo tanto me gusta, cuando te anunciaron la llegada de tu primera nieta mujer. Mis cumpleaños, comunión, las presentaciones de baile, mi casamiento, los nacimientos de mis hijos, sus bautismos y sus cumpleaños.

Aclamaste todas, si todas las obras de Jóse, mi marido y “tu Jóse”, alabando su talento mientras tu corazón se hinchaba al vernos en escena a los dos.
Y en mis momentos más ásperos conté con tu compañía y tus increíblemente sanadores masajitos en los pies.

Levanto despacito las capas de mi corazón, lo espío con cuidado, temerosa de lo que pueda encontrar. Hay tristeza, bastante, hay agradecimiento, cada vez más, hay incertidumbre y también hay esperanza.

Hoy no estás conmigo, si llamo a tu casa no voy a escuchar tu particular y bien predispuesto “¿si?” al atender el teléfono.

Tengo que aprender a estar con vos de otra forma. A discernir y gozar de tu presencia en las rosas, los buenos modales, la música, en hacer masajitos en los pies, en las estrellas….. Ya nos encontraremos y será para siempre.


Carolina Tocalli
14 de mayo de 2010

jueves, 17 de enero de 2013

Miramar City - pertencer tiene sus privilegios.


Miramar:  To be or not to be?

Los acantilados caen irreverentes en el Atlántico azul cobalto….. ¿azul cobalto?  nunca vi un cobalto, pero lo  imagino intenso, leal, romántico.
Los árboles esculpidos por el viento, se recuestan cansinos sobre los pastizales arenosos. Zigzagueante la ruta lleva y trae algunos pocos visitantes a este árido paraíso. 

Observo las casitas aisladas en el horizonte, una, dos, tres, por allá otra más. Simplemente saludan al sol que se retira a sus espaldas. La noche avanza sobre el este y promete teñirlo todo con su espesa manta de sueño.

- Siempre se pensó que Miramar iba a crecer para este lado, pero se fue construyendo hacia el sur – me vuelve al aquí y ahora la  información de mi marido,  - contra toda lógica y es una lástima porque esta zona es mucho más linda no?

- Todo es ilógico en Miramar – sentencio suavemente, segura de no haber herido ninguna sensibilidad porque Jóse se sonríe mientras sus cejas asienten. 

No quiero lastimar con mis palabras, porque los amores de la infancia son amores de una fidelidad profunda, a prueba de balas. Y lo que menos quiero es que mis opiniones califiquen de artillería pesada. 

De un tiempo a esta parte estoy reflexionando sobre el fanatismo, y creo que la gente que habla desde su púlpito orgullosamente autofabricado, comentando a diestra y siniestra el comportamiento de otros, es fanática. 
Fanática al intentar dominar con su pensar e insegura por lo mismo, esa necesidad de imponer su razón.
Escuché hace tiempo un calificativo muy simpático para este tipo de fanatismo social moderado: licenciados en Todología, dícese de aquellas personas que parecen  caminar a metro del piso merced a una superioridad autoproclamada.

Me fui por las ramas. Es que quería explicar que si bien, muchas veces soy un tanto apasionada en mis comentarios – arista a pulir en mí – no tengo intención alguna en lastimar a mi familia por mis pareceres y des-pareceres de esta su icónica ciudad balnearia. 
Y mientras sigo sumergida en mis embates metafísicos,  aparece ella, Miramar, a lo lejos recortada sobre este atardecer brumoso de ensueños. Parece linda, pero no lo es. Objetivamente no lo es. 

Nos acercamos con excitación creciente que se convierte en gritos de júbilo al cruzar el Arco del Triunfo General San Martín, una construccioncita con ínfulas de aires medievales para esta ciudad-pueblo apenas centenaria. Ciudad con aire de pueblo, valor indiscutido de este lugar. 

El atardecer ha comenzado hace apenas unos minutos pero el sol se despidió de las playas tres horas atrás: los edificios de la costa le dan una sombra fría a los balnearios del centro desde las cinco y media de la tarde. 
Alguna cabeza brillante vislumbró el negocio de la construcción con vista al mar, y sin importarle que generaciones de turistas  ahorraran - y ahorrarán -  cada año sus sueldos para disfrutar de unas cortas y sombreadas vacaciones.

Censuro mis pensamientos de justicia social cuando veo a una familia tipo regresar con inocultable felicidad de su día de playa, eso sí, los cuatro bien abrigados con buzos y pantalones de polar.

Una diagonal incorruptiblemente recta acorta el viaje y nos deja a tan solo dos cuadras de nuestro destino. Las diagonales miramarenses son generosas si las sabés usar, yo de a poco las voy conociendo y aprovechando.
Siempre nos hace mucha gracia porque Jóse, mi marido, que nació sin sentido de la orientación, es un erudito en el trazado urbano de esta ciudad. Y eso me llena de ternura. Lo imagino de 11 años, con su pelo oscuro espeso, sus ojazos verdes y sus pecas henchidas por el sol, rodando en bicicleta por cada diagonal y calle numerada (la creatividad estuvo ausente a la hora de bautizar las calles de Miramar). Un niño libre y feliz aunque su infancia no lo fuera tanto, recorriendo seguro su lugar en el mundo. Esta ciudad feucha me da la oportunidad de imaginar a Jóse de chico. Gracias por esto, Miramar.

Llegamos a la casa, aguamarina pastel furiosa, tan ilógica como la ciudad en la que se implanta.

- No te olvides de ese fierro negro que está en la mitad de la entrada de la cochera – advierto mientras recuerdo aquel verano en que, marcha atrás tajé la cubierta del auto, y hasta veo claramente mi propia imagen embarazada de 6 meses en una gomería lejana, mientras vigilaba su costosa reparación.

- El vidrio de la ventana sigue roto – observa uno de los chicos apenas entra a la casa.

Mentalmente agrego: los portalámparas siguen colgando de todos los cielos rasos, el agujero en nuestro cuarto se ha agrandado, las persianas se traban cada vez que las subimos, los colchones parecen finísimas fetas de fiambre ….. 

Todo sigue igual que hace 6 años cuando alquilamos por primera vez esta casa. Lo que también sigue igual es la sonrisa bonachona de su dueña, que nos recibe con tanta amabilidad que me hacen olvidar por un rato las incomodidades de su hogar. Orgullosa nos presenta el aparador de algarrobo que divide la cocina, su gran adquisición del año. Contemplo el  mueble de enormes dimensiones, y mientras lo acaricio su madera parece contarme cada sacrificio de sus dueños para poder comprarlo.

- ¡Qué lindo y práctico es, te felicito Susana, lo vamos a cuidar mucho! – prometo con total sinceridad.

Con igual sinceridad, mientras deshago las valijas, pienso en tantas familias conocidas que, como nosotros, vivimos durante el año con mayores comodidades: camas mullidas, casas modernamente decoradas, sillones cómodos, cocinas equipadas con los últimos electrodomésticos. Y no logro descifrar porque eligen – perdón elegimos – pasar nuestras vacaciones, los días más esperados del año, en casas incompletas, inseguras e incómodas.  

- Todas las casas de Miramar son así, - adivina mis pensamientos Jóse mientras guarda todos los adornos y adornitos, floreros y floreritos en una caja, que depositará en el garage por los próximos 15 días -  Dale apuremos un poco así aprovechamos el día que esta bárbaro.

Como cada año los chicos insisten que el primer baño de mar sea en familia, y como cada año también, festejo su idea porque el calor es insoportable. Así es que dejamos nuestros bolsos en la carpa, semejante a un horno de barro encendido,  y emprendemos los 100 metros llanos hacia la orilla a los saltos y exabruptos por la arena hirviente. 

Al meter el primer pie en el agua, mi sensación térmica cae a menos 3 grados y siento que me convierto en una estatua de hielo. La repentina mudanza del océano antártico a estas costas,  imposibilita el ritual del baño familiar. 

- Todo lo viejos que quieran, hijos, pero a tu padre y mí nos va a dar un paro cardíaco si nos metemos – declaro ya de espaldas mientras vienen a mi mente los cientos de bañistas sexagenarios que cada diciembre se lanzan en Hamburgo al mar helado para festejar un año más de vida. ¡Manga de alemanes locos!

En la costa el viento es frío y fuerte. Subo a protegerme dentro del perímetro que forman las hileras de carpas. Ese rectángulo de arena llamado patio donde todas las carpas convergen en vecindad. El patio está surcado de oeste a este por un pasillo desmontable de madera y unos cestos que al final del día rebalsan de basura, es que el  promedio de ocupantes por carpa es de 4 personas. 

Cálculo a vuelo de  pájaro: 4 personas por carpa, 20 carpas ocupadas por patio estaríamos hablando de un total de 80 vecinos por patio. 
Si el día es cálido y sin viento, los co-patieros se encuentran atomizados en un amplio rango que va desde las escalinatas del balneario a la orilla - hasta dentro del mar, y Dios mediante templando las aguas. 

El desafío se presenta cuando el día es, es, es… miramarense, vale decir “frío pero ventoso” como dice Jóse. En este caso, todos los inquilinos de carpas debemos compartir el patio común. Allí empieza un verdadero rompecabezas de humanidades: cuerpos semidesnudos que acomodan sus sillas y reposeras intentando esquivar las sombras, los pies del vecino, los  tachos de basura y el pasillo de madera, al mismo tiempo que buscan con desesperación ese rayo de sol que los ayude a salvar el día de playa.

Las próximas 3 a 5 horas las pasaremos sentados dormitando por momentos, conversando con los amigos y lidiando para que la atención no se nos escape insolente a las conversaciones paralelas que transcurren a nuestras espaldas.

Cada tanto se acercará alguno de nuestros hijos, desabrigados, con mocos y pidiendo algo para comer.

- Abrigáte por favor, ponéte la remera de manga larga, el polar y el buzo y no vuelvas a la orilla, ¿me entendiste? 
¿Cómo que tenés hambre? Pero si comiste hace un rato. No puede ser. Bueno con cuidado, andá a la heladerita y come el mediosandwich que dejó tu hermano…. ¡Ah no! Con esas manos llenas de arena no toques nada. Lavátelas y volvé. Abrigate por favor. ¿Qué parte de abrígate no entendés?


Cada año me pregunto lo mismo: cuál será la magia de este lugar. Cuál será la alquimia que convierte la incomodidad de las casas, la superpoblación de los balnearios y el gélido mar en vacaciones entrañablemente inolvidables.   

Y cada año me encuentro ante la misma imposibilidad de encontrar una respuesta. Aunque esta vez, escribir me ha ayudado a vislumbrar una pequeña luz sobre este enigma desconcertante. Enigma que nada tiene que ver con el  bosque energético de Miramar ni las meditaciones trascendentales que allí acontecen. 

Creo tener la punta del ovillo, una pista que hasta me permitirá formular y compartir la siguiente hipótesis: la magia miramarense actúa solamente en quienes han venido de niños. Aunque pensándolo bien, si hablamos de magia algo de movimiento de energía debe haber, entonces el bosque energético debe estar involucrado en todo esto.

Bueno, a ver, no cuento con tantas precisiones lo cierto que casi con seguridad estamos ante un fenómeno que afecta exclusivamente a quienes vacacionaron de pequeños en esta ciudad. Una suerte de privilegio, de programa de fidelización que ofrece Miramar “a vos que me bancas desde siempre”.

Pertenecer tiene sus privilegios. Y es en esa temprana edad cuando el frío del mar, el viento constante y las aglomeraciones no se sienten, no existen, no ha lugar. 
Cuando de chico disfrutaste de su indiscutida libertad y seguridad, Miramar te cautiva y se asegura tu pertenencia y acérrima militancia de por vida.

Un hechizo que no viviré, una lástima saber que a mí no me va a alcanzar. A la luz de esta hipótesis puedo comprender el cariño de tanta gente por Miramar. Generaciones de argentinos que sueñan con venir cada año y en un futuro traer a sus hijos y a los hijos de sus hijos. 
Hijos de hijos, generaciones que vendrán a Miramar y vivirán incomodas y frías vacaciones que percibirán como cálidas, seguras y libres vacaciones. 

Y sigo pensando, ¿qué importa que objetivamente el entorno sea ventoso, poco cómodo  y fresco, cuando por dentro la sensación es de absoluto confort y belleza? ¿No es eso lo que verdaderamente cuenta? 
Conjunción de la teoría de la relatividad y misterio del más allá. 

Pero como vivimos en el más acá, el desafío es todo mío. Cómo lograré sentir calor cuando sopla viento sur, cómo encontraré el descanso en medio del bullicio de charlas eternas, cómo podré  disfrutar de un prolongado baño el mar sin perder el aliento...¿Podré?

Ser o no ser de Miramar.... he ahí la cuestión.
Mientras el Atlántico inmenso absorbe mi mirada, pido a Stella Maris, patrona de los navegantes y de tormentas briosas, que me ayude a pertenecer.



Carolina Tocalli
Enero 2010.